Imperio Secreto es muchísimas cosas al mismo tiempo. En primer lugar, es el típico evento superheroico que vemos año a año en los cómics de Marvel. En segundo lugar, es la culminación de un argumento de suma importancia que se llevaba fraguando desde principios de 2016 de la mano de Nick Spencer, el guionista de este evento. En última instancia, es el cierre de toda una era para la Casa de las Ideas. Es el final del "All-New, All Different Marvel", el fin de mandato de Axel Alonso, el por aquel entonces editor en jefe de la editorial, quien trató de cambiar sin mucho éxito a la gran mayoría de superhéroes por versiones inclusivas que no terminaron de encandilar a nadie. Imperio Secreto es, en definitiva, un cómic de suma importancia para el devenir del Universo Marvel.
Tras muchos meses de planificación y conspiraciones, a Steve Rogers, convertido ahora en agente de Hydra, se le han otorgado poderes de emergencia como actual dirigente de SHIELD, con los cuales tiene el control absoluto sobre el gobierno de los Estados Unidos de América. Con ello, la organización terrorista Hydra consigue alzarse y tomar el control del país entero con el propio Capitán América a la cabeza. ¿Cómo se tomarán el resto de héroes la traición de aquel en quien más confiaban?
Con esta potente premisa se presenta un evento que, con sus más y sus menos, ha dado mucho de qué hablar en todos estos años. Ha sido un cómic que ha suscitado la mayor de las polémicas y con justa razón; pervertir de esta forma un símbolo y un personaje que tiene tantos años de historia es algo que, comprensiblemente, causó mucho rechazo en los lectores más veteranos, quienes no reconocían a su superhéroe favorito.
Sea como fuere, nadie puede negar lo llamativo de la premisa. Al igual que es comprensible el parecer de los lectores más puristas, también debería tenerse en consideración el de los lectores más noveles, quienes ven una premisa muy atractiva en este cómic. Ese ha sido más o menos mi caso. Dado que Panini Cómics reeditó hace dos años este evento en tapa dura, muchos han sido los que, como yo, se han visto atraídos por él.
Lo primero que llama la atención es la absurda cantidad de páginas que posee esta edición, que pese a ser un Marvel Deluxe normal y corriente, tiene un grosor y un precio tan elevados que le hacen parecer un Ómnibus. 520 páginas a cincuenta euros. Por ello, pesa una auténtica barbaridad y es bastante incómodo de leer mientras lo sostienes en las manos. No es un tomo económico ni accesible para todos los bolsillos, por lo que quizás hay que plantearse seriamente si vale la pena adquirirlo o no más allá de la interesante premisa.
Uno supondría que con tal cantidad de páginas y tan potente premisa se presentase una historia sumamente trabajada e interesante que esté a la altura de las circunstancias. Quiero decir, fácilmente este evento posee más del doble o el triple que el resto de la editorial en cuanto a grosor y contenido, por lo que resultaría natural encontrarse con un guion mucho más trabajado que de costumbre. Civil War II fue bastante decepcionante en ese sentido. Yo me esperaba algo bastante superior a dicho evento, pero desafortunadamente no se ha dado el caso y se ha quedado en un cómic que, si bien no es mediocre, deja mucho que desear respecto a las expectativas generadas.
La decepción, no obstante, viene en el segundo y tercer acto de la obra, cuando todo el planteamiento de Nick Spencer cae por su propio peso. El guionista no consigue mantener el interés sobre la narración, diluyéndose así en la innecesariamente extensa búsqueda de los fragmentos del Cubo Cósmico y en el juego del gato y el ratón entre Hydra y los rebeldes. Dado el historial de Spencer como guionista del Capi, me extraña que haya caído en tropos tan facilones para hacer avanzar la historia, pareciendo en ocasiones una especie de mezcla sin alma entre el típico evento Marvel y una película de Star Wars. No es algo que me parezca propio de este escritor, precisamente.
No me parece razonable que gran parte de los episodios estén ocupados por varias búsquedas infructíferas y grandes textos de apoyo que redundan una y otra vez sobre la misma idea. Hace que a uno como lector le cueste continuar la historia, convirtiéndose en un verdadero esfuerzo leer una obra que de otra forma podría haber sido un blockbuster peliculero la mar de entretenido. Lo que tiene que contar lo cuenta de manera excesivamente prolongada. Imperio Secreto se habría beneficiado mucho más de haberse publicado como una obra más compacta de menor importancia, algo así como un "What If" moderno. No le aporta nada bueno ser el gran evento de 2017, con todos los cruces y números extra que eso conlleva.
La manera en la que se soluciona todo el conflicto es, a todas luces, vergonzosa. Claro que es natural que en una historia con el Cubo Cósmico como punto central se opte por soluciones "mágicas" y poco creíbles, pero es que en este caso no es lo único absurdo del argumento. Estoy hablando de ese inhumano con la conveniente habilidad de vomitar (así, como lo lees) cualquier objeto que se le ocurra, lo que no solo me parece vergonzoso si no que también me parece que es un insulto a la inteligencia de los lectores. Es casi como si se estuvieran riendo en nuestra cara. Me cuesta creer que un guionista encargado del cómic más importante del año tenga tan poca creatividad como para recurrir a una solución tan burda y fortuita. Not that way, Nick Spencer, not that way!
La queja unánime que sí que he visto por redes sociales hacia este evento es la absurdísima cantidad de dibujantes que lo ilustran. Yo soy fiel defensor de que cada serie y etapa tengan, además de un guionista fijo, un dibujante regular que se encargue de todos sus episodios para así dotarlas de una personalidad propia. No obstante, en este evento, dado que se publicó muchísimo material en poquitos meses, la carga de trabajo era inasumible para una sola persona, por lo que desde la editorial se recurrió al viejo truco del baile de dibujantes. Es así como variedad de dibujantes como Steve McNiven (Civil War), Joe Bennett (El Inmortal Hulk), Joshua Cassara o el gran Daniel Acuña se encargaron cada uno por su lado de sostener tal inhumano ritmo de producción. Mi favorito sin dudas ha sido Andrea Sorrentino, y por ello me habría encantado que fuera el encargado íntegro de la miniserie (¿maxiserie?). Él habría sido capaz de dotarla de una personalidad única que, por desgracia, en este estado, no puede poseer.
Las únicas cuestiones que restan por aclarar son: ¿Se puede leer Imperio Secreto sin estar al tanto del Capitán América de Nick Spencer? Y ¿Vale la pena adquirirlo por los cincuenta euros que pide la editorial italiana?
Respecto a la primera cuestión, la respuesta rápida es sí. En ningún momento he sentido que sea del todo necesario haber leído todo el "road to" a Imperio Secreto. Cierto es que te vas a perder algunos detalles de la obra si no estás al tanto de lo ocurrido en la etapa de Spencer, pero por lo general no considero que sea esencial leerla. De todos modos, no me parece tan buena ni tan entretenida como la pintan algunos.
En cuanto a la segunda cuestión, la respuesta es un rotundo no. Ya he expuesto los motivos por los que me parece un evento chapucero e intrascendente, por lo que ya os podéis hacer a la idea del porqué de esta respuesta. Por este precio (casi cincuenta pavos) no vale ni para picotear una tarde. Si os interesa, os convendría mejor esperar por alguna edición más económica o recurrir (como he hecho yo) al fondo de la Biblioteca Pública.
No he disfrutado para nada de esta etapa. Los motivos son variados, pero en resumen no me parece que Nick Spencer esté a la altura de un personaje como el Capitán América. Imperio Secreto es la clara muestra de ello, entregando unos guiones facilones y poco inspirados que podrían aburrir hasta a un muerto. Empieza fenomenal, pero se desinfla cuál globo de feria pasadas las cien páginas de tomo. No ha valido la pena, ni el camino ni el destino; ha sido una decepción de etapa y de evento.
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