Reseña de Marvel Now! Deluxe. Los Vengadores de Jonathan Hickman 3: Infinito, Primera Parte

Thanos es un personaje que en los últimos años ha adquirido una gran popularidad gracias a su participación en varias de las películas del Universo Cinematográfico Marvel. La película de The Avengers estrenada en 2012 propició esta popularidad mucho antes del éxito mundial que fueron las dos películas en las que el villano participó, tras una escena post-créditos que dejó con la boca abierta a más de un lector de cómics en las butacas del cine. Resulta fácil adivinar que, aprovechando el tirón comercial que estaba empezando a dar el personaje y adelantándose a la explosión de popularidad que viviría en los años venideros, la división editorial de Marvel Comics empezaría a aumentar la presencia de Thanos como gran enemigo en varias de las series de aquel año. 

Jonathan Hickman, como bien sabéis, fue el encargado de dirigir la franquicia vengadora tras la marcha de Brian Michael Bendis, aportando un nuevo enfoque e ideas frescas a una serie que poco más tenía ya por ofrecer. Es un autor que lleva cociendo algo a fuego lento desde el inicio de la etapa, pero pocos podrían haber adivinado que se trataba de un evento que ponía el foco sobre el propio Thanos y que continuaba de forma natural todas las tramas construidas con mimo a lo largo de más de una veintena de números (sumando ambas series). Por eso mismo, en 2013 nacía Infinito (Infinity), una miniserie de seis números que, intercalada con los números tie-in de Vengadores y Nuevos Vengadores, formaba una gran epopeya cósmica que sirvió para redefinir a uno de los villanos más populares de la editorial y como material de donde el propio Universo Cinematográfico Marvel inspiró sus historias más taquilleras. Aquel fue el EVENTO más importante de la Casa de las Ideas en el año 2013.


La raza conocida como los Constructores -los creadores de Ex-Nihilo, Abismo y Álef- ha decidido poner rumbo a la Tierra mientras arrasan todos los mundos y sistemas galácticos que encuentran a su paso. Una confederación de líderes de los imperios más conocidos del Universo Marvel se reúne para hacer frente a la colosal amenaza a la que están expuestos: los Skrulls, los Kree, la raza Shi'ar y varias más. El equipo de Vengadores de la Tierra, liderados por el Capitán América y la Capitana Marvel, pone rumbo al espacio profundo para llevar el combate hasta los Constructores y así evitar que pisen la Tierra, pues de hacerlo significaría la extinción total y las probabilidades de que no destruyan el planeta serían nulas. Pero hay un problema: si los Vengadores están en el espacio, el planeta Tierra está desprotegido; si está desprotegido, Thanos y su Orden Negra pueden atacar sin miramientos, pues con la Patrulla-X dividida por un cisma y la comunidad Inhumana sumida en la discordia, poca resistencia terrícola pueden encontrar. 

Básicamente, la historia de Infinito está abierta en dos frentes, con dos tramas ubicadas muy lejos entre sí que sin duda acabaran chocando en algún momento. Por un lado, tenemos la odisea espacial, una guerra galáctica al estilo de Star Wars cuya epicidad reside en la grandiosidad de las batallas multitudinarias que tienen lugar y en la superioridad apabullante que poseen los Constructores en combate; es, prácticamente, una batalla pérdida desde el inicio. Además, este argumento sirve para que todo el trasfondo construido por Jonathan Hickman en los primeros números se desarrolle más en profundidad con los cruces del evento con la serie regular de Vengadores, planteando más misterios alrededor de los Constructores y la mitología que les rodea. Ese es el caso de Ex-Nihilo y Abismo, cuyo trasfondo se ve ampliado, plantándose así las semillas de algunos misterios sobre su raza que suponemos que se resolverán con el cierre de esta miniserie. 


Sin embargo, por el otro lado tenemos la línea argumental que pone el foco alrededor de los Illuminati y que sirve como continuación de los eventos acaecidos tras el primer arco argumental de la colección de Nuevos Vengadores. Thanos envía a su Orden Negra, un equipo de esbirros superpoderosos e igual de perturbados que él, a atacar distintos puntos de la Tierra con el fin de encontrar dos cosas: la Gema del Tiempo que se desvaneció al principio de la etapa y a su hijo inhumano, al que quiere asesinar. Cada uno de los pertenecientes a la Orden Negra ataca el hogar de uno de los miembros de la organización Illuminati: El Instituto Jean Grey (el hogar de la Bestia), Wakanda (el reino de Pantera Negra), Nueva York (el hogar de Tony Stark y Reed Richards), el Sancta Sanctórum (el hogar del Doctor Extraño). Sí, sé que me estoy dejando a Atlantis y Namor; hay un buen motivo para ello. Básicamente, la capital de Atlantis ha sido totalmente destruida por las fuerzas wakandianas de la forma más traicionera posible, fruto de lo acontecido en el anterior volumen de la colección. No es el momento más fuerte de la humanidad; el Titán Loco es muy consciente de ello. 

Attilan, el hogar de Rayo Negro, es abarcado de manera totalmente diferente por las fuerzas de Thanos, pues saben que es su dinastía la que guarda los secretos sobre su hijo renegado, al que quiere matar. Este foco sobre los Inhumanos permite a la editorial hacer crecer su relevancia dentro de la franquicia, pues ya se vislumbraba por aquella época que una película de dichos personajes estaba en fases tempranas de producción, por lo que la empresa quería potenciar la marca de cara a ello. Resulta un giro que Hickman solventa con habilidad, consiguiendo generar el suficiente interés sobre ellos como para sentir que ha valido la pena la influencia del cine en la serie.


Debo reconocer que esta caracterización de Thanos es bastante diferente a la presentada por Jim Starlin, su creador, en los cómics de los setenta y noventa, acercándose mucho más a la que el personaje tiene en las películas de Avengers: Infinity War y Avengers: Endgame. Es que resulta que, inspirado por la película del 2012 y la miniserie de Jason Aaron, -la de Thanos Rising- Jonathan Hickman escribe y caracteriza un Thanos mucho más sombrío y malvado de lo que había sido en sus últimas historias noventeras; se podría decir que es un reinicio de personaje, aun siendo el mismo pirado de antaño, el viejo amante de Lady Muerte obsesionado con el poder. Es una inspiración que a su vez ha servido para que Marvel Studios adapte elementos de esta misma obra para las susodichas películas, fruto de la reciprocidad entre ambas divisiones de la compañía; hablo de, por poner un ejemplo, la inclusión de la Orden Negra en el cine, siendo estos un grupo de personajes creados por el propio Hickman íntegramente. De todas formas, el hecho de que sea un reinicio de personaje no lo veo mal del todo en este caso en particular, pues permite que el guionista pueda contar nuevas historias sin ceñirse necesariamente a la continuidad. 

Lo de su obsesión por asesinar a su hijo asumo que viene de la miniserie de Thanos: Origen (Thanos Rising, mencionada anteriormente) que escribió el propio Jason Aaron con los dibujos de Simone Bianchi aquel mismo año. En ella, veíamos como el Titán Loco regó el universo con matrimonios e hijos por doquier, razón por la cual la Muerte le encargó -ya sabéis que él es un fiel seguidor suyo- eliminar a todos y cada uno de ellos con sus propias manos. Siento que dicha historia ha influido a Jonathan Hickman de forma directa para escribir esta versión de Thanos, por lo que recomiendo su lectura para ampliar conocimientos de cara a este evento. 


Si algo queda claro de Infinito es que las dos amenazas que se presentan -especialmente cuando brillan en alguno de los tie-ins principales- son realmente intimidantes. Thanos y la Orden Negra son tan cercanos a un culto oscuro de perturbados mentales cuya presencia resulta aterradora; los Constructores funcionan de otro modo, pues son el típico ejército imparable e irreductible a cuyos enemigos han aplastado sin mostrar piedad alguna. Ambos grupos logran transmitir una sensación atroz muy difícil de lograr en una historia de superhéroes de estas características en la que ya está todo contado; Hickman, sin embargo, lo consigue con creces. Es un autor muy capaz de crear amenazas más grandes que la vida, cosa que aquí queda patente. 

El de Carolina está acompañado de un equipo de dibujantes estrellas para la ocasión. No podía ser menos, teniendo en cuenta que este fue el gran evento de aquel año en Marvel Comics tras el "Vengadores contra Patrulla-X". Jim Cheung es un dibujante que a mí me resulta muy atractivo visualmente y he tenido la fortuna de encontrármelo en el primer episodio del crossover; desafortunadamente, su estadía no dura más de eso y rápidamente es sustituido -al menos en los tie-in- por unos menos inspirados Mike Deodato Jr. y Leinin Francis Yu, artistas de los que no he tenido demasiadas buenas impresiones en el pasado. Es por esa razón que la reentrada de Jerome Opeña y Dustin Weaver a la franquicia me ha sentado tan bien, casi como un manantial en el desierto. En general -salvando a Opeña, Weaver y Cheung- no he disfrutado en demasía del apartado gráfico de este tomo; yo habría preferido algunos más dados a dibujar batallas multitudinarias de superhéroes. En fin, qué se le va a hacer...

Jonathan Hickman se marcó aquí un evento tan, pero tan bueno que ha tenido que venir la propia Marvel Studios a coger su trabajo y plasmarlo en las películas a su propia manera. Yo creo que si os gustaron aquellas películas -de las que yo tampoco soy muy fan, debo admitir- os flipará este evento. Es infinitamente superior en prácticamente todos los aspectos. Obviamente, hay un pero: deberías poneros al día con la etapa de Hickman en Vengadores antes de leer el evento, pues es como si fuera un arco argumental de la colección en el que muchas -demasiadas- tramas están confluyendo y mezclándose entre sí para entregar la epopeya cósmica más importante de la Casa de las Ideas en ¿los últimos quince años? Sí, posiblemente. En fin, léete el primer y segundo tomo antes de empezar esto, que no es precisamente una historia cerrada. 

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