Reseña de Immortal X-Men 1-13 de Kieron Gillen y Lucas Werneck


Hace una semana publiqué la reseña de Los Pecados de Siniestro (The Sins of Sinister), un evento superheroico lanzado el año pasado que tomaba las líneas argumentales desarrolladas por Kieron Gillen en la Inmortal Patrulla-X para narrar una de las mejores historias mutantes de los últimos años. Como no podría ser de otra manera, junto a esa lectura, estuve disfrutando también de la ya mencionada cabecera, Immortal X-Men, centrada en los tejemanejes del Consejo Silencioso de Krakoa; una serie estrechamente ligada al también mencionado evento. 

La Inmortal Patrulla-X no es ajena al blog. Ya he hablado en alguna ocasión de los inicios de esta cabecera; sin embargo, con el tiempo, la abandoné al darme cuenta de que no era para mí. Entre otras cosas, una de las razones que me llevo a abandonarla fue la horripilante política editorial de Panini de juntar en una misma grapa tanto esta colección como la de Patrulla-X Roja. Francamente, la segunda no me interesaba para nada; mientras tanto, la primera, aunque tenía cierto interés, me pareció lenta, y por ello no terminó de hacer "clic" conmigo. 


Con este inicio tan negativo, cabría pensar que detesto el trabajo de Kieron Gillen en la colección. Sin embargo, tras releer los primeros números y ponerme al día justo hasta la saga previa a la Caída de X (Fall of X), he reconsiderado mi opinión inicial; ahora, Inmortal Patrulla-X es una de mis series mutantes preferidas y es la que más ganas me da por seguir leyendo. Eso, al fin y al cabo, es el objetivo máximo de un comic-book americano: enganchar al lector para incitarle a seguir comprando los números posteriores.

La propuesta inicial del guionista proviene directamente del legado dejado por la forzosa marcha de Jonathan Hickman de la franquicia y de su último trabajo, Inferno (2022). La serie, ambientada justo después del cierre de la mencionada miniserie, explora lo que viene siendo el politiqueo puro dentro del contexto de la nación mutante de Krakoa; básicamente, todo lo que tiene que ver con el Consejo Silencioso y sus representantes. 

Este enfoque se condimenta con la peculiar manera en la que Kieron Gillen decide narrar todos y cada uno de los números de la colección, pues si doce son los miembros del Consejo (trece contando a Cifra), doce son los episodios narrados en primera persona por cada uno de ellos. Por ejemplo, tenemos un episodio protagonizado por Kitty Kate Pryde, otro por Éxodo; y así sucesivamente hasta completar con los doce gobernantes. Me parece importante destacar esto, pues se trata del principal atractivo que la diferencia de otras colecciones recientes de la franquicia.

Tan destacable es este aspecto que el británico logra captar a la perfección las voces de cada uno de los personajes, desde la jovencísima Hope hasta el chapas de Charles Xavier, pasando por Tormenta, Coloso y hasta Sebastian Shaw. Tiene mérito lograr esto mientras manejas a tan diversa gama de personajes; no es algo que se vea todos los días en cómics actuales. 


Obviamente, existe una trama de fondo desde el primer número, ajena a la peculiar narrativa en la que nos sumerge el guionista, pues una serie de la Patrulla-X no se puede sostener a base de anécdotas contadas en primera persona. En ese sentido, los auténticos protagonistas de este primer tramo de colección son Irene Adler y Nathaniel Essex, ambos miembros del Consejo Silencioso bajo los nombres de Destino y Mister Siniestro, respectivamente. 

Los dos tienen sus maquinaciones detrás y demuestran constantemente ser los auténticos protagonistas de la serie. Prueba de ello es lo ocurrido en los Pecados de Siniestro, el culmen narrativo que se viene desarrollando de fondo desde la primera página de Inmortal. Gillen escribe especialmente bien a ambos personajes, pero sobre todo se le da bien Mister Siniestro, cuyos planes y desvaríos pueden sostener sin problemas todo el peso argumental de la colección.


En ese respecto, ahí se encuentra el mayor punto negativo que puedo verle a la obra. Especialmente en los siete primeros números (los siguientes tienen que ver con Sins of Sinister y Fall of X), la serie se centra demasiado en allanar muy lentamente -demasiado- el camino a lo verdaderamente interesante, generando involuntariamente cierta barrera de entrada que le juega muy en contra. Ni siquiera la excelente caracterización de Siniestro no puede mitigar eso.

Súmale a eso que, dentro de los mencionados números, casi la mitad de ellos son cruces con otros eventos de la franquicia mutante, tales como la Gala Fuego Infernal (la de 2022, no la última) y el Día del Juicio. Para una serie que prometía ser la columna vertebral de los mutis, se dedican demasiados números a reaccionar a los acontecimientos de otros proyectos, en lugar de ser la que haga reaccionar al resto.


Desafortunadamente, no es una colección disfrutable por sí sola. O al menos, no lo es desde el principio. Se hace referencia a demasiados hechos narrados en diversas colecciones y, como acabo de mencionar en el anterior párrafo, relega muchos de sus números a ser cruces con grandes eventos. Lo que sí tiene de positivo es la accesibilidad: yo no he leído la miniserie de Inferno, pero, sin embargo, he entendido perfectamente lo que allí se narraba, gracias en parte a las infografías incluidas dentro de los primeros números, un elemento típico de esta etapa krakoana.

Si la colección se hubiese quedado estancada ahí, jamás la habría considerado una de las mejores. Pero es que, con Los Pecados de Siniestro como núcleo y revulsivo, empieza a ir como un tiro, y por ello comienza a subir posiciones en cuanto a calidad. En este punto, Kieron Gillen está dándolo todo de sí para entregar una serie que, con cada episodio, crece en interés hasta puntos estratosféricos. 


Todo lo relacionado con Siniestro, los clones de Moira MacTaggert y demás es interesantísimo: no obstante, cuando de verdad creo que pega un salto cualitativo es pasado el ya mencionado microevento; las consecuencias de la línea fallida de Siniestro, la llegada de Rasputin IV al mundo principal y las diversas jugarretas políticas cortesía del Rey Negro y Selene. Todo ello conforma una breve saga que allana el camino a la Caída de X y que nos ayuda a recrearnos en una nueva perspectiva de la caída de los mutantes. 

En cuanto al dibujo, es innegable que estamos ante una de las cabeceras más sólidas en cuanto a calidad gráfica. Lucas Werneck está espléndido con su trazo limpio y claro, una narrativa funcional y un coloreado de Federico Blee para quitarse el sombrero. Me alegra que Werneck esté fichado para Fall of the House of X; creo que ahí podrá ofrecer lo mejor de sí mismo y se le otorgará por ello su merecido reconocimiento dentro del medio.


El mayor valor que le doy a Immortal X-Men de Kieron Gillen y Lucas Werneck es el de crear una expectativa difícilmente equiparable con alguna de las otras cabeceras mutantes y servir por ello como material de teorías diversas, a cada cual más loca. Eso último es de las cosas que más valoro en un cómic. De hecho, una de las principales razones por las cuales hoy estás leyendo un artículo mío, está relacionada con ello. En fin, esa es una historia para otro momento. 

Dejando las vivencias personas a un lado, reitero que la Inmortal Patrulla-X es actualmente de lo mejorcito en mutantes; puede que definitivamente lo mejor, dependiendo del devenir de la franquicia. 

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