Reseña de Marvel Now! Deluxe. Capitán América de Nick Spencer 1: Capitán Anti-América

El legado no es un concepto ajeno al género de los superhéroes. A lo largo de los años, ha habido decenas y decenas de casos en los que el manto de un viejo superhéroe recae en los hombros de un personaje totalmente nuevo, y por más que le duela a alguno, esto es algo que no se puede cambiar. Es un elemento que siempre ha estado presente y que forma parte de la mitología del género. Lo hemos visto en casos recientes como Miles Morales, cumpliendo el rol del trepamuros en lugar de Peter Parker, así como en casos más antiguos, como el de Wally West tomando el manto de Flash tras la muerte de Barry Allen. Sin embargo, y como habréis visto en la portada de esta reseña, hoy toca hablar de un caso bastante más reciente, uno que en lo personal siempre me ha llamado la atención: Sam Wilson como el Capitán América.


Esta situación viene heredada de los últimos compases de Rick Remender como guionista del personaje, dónde Steve Rogers perdió el suero del supersoldado que le mantenía joven y, en consecuencia, envejeció hasta ser un anciano. Ese fue el motivo por el cual decidió entregarle el manto y el escudo del Capitán América a su mejor amigo, Sam Wilson, quien hasta ese momento era conocido únicamente como el Halcón. Tras el fin de las Secret Wars del año 2015, ese evento que sirvió como revulsivo para toda la línea comiquera de la editorial, fue Nick Spencer quien tomó los mandos de este Nuevo y Diferente Capitán América, con una extensa a la par que mediática etapa que despertaría miles de reacciones distintas en cada uno de los aficionados, muchas de ellas comprensibles. 

No quiero que se me malinterprete: me encanta la idea de que Sam Wilson porte el escudo del Centinela de la Libertad, pero es innegable que este tipo de cambios despierta mucha ojeriza en gran parte de los aficionados. Es comprensible, claro, pues gran parte del cariño que se desarrolla hacia un superhéroe suele ir más allá del nombre o título que estos portan. Solemos fijarnos más en la persona que hay dentro del disfraz antes que en el propio disfraz. No obstante, también sé que no debemos tener miedo a los cambios en un género tan volátil como el de los superhéroes, dónde lo que parece una evolución puede convertirse en el statu quo de siempre en cuestión de semanas. 

La lectura de este primer volumen me ha dejado con sentimientos encontrados. Lo primero que llama la atención de esta serie es el particular planteamiento al que Nick Spencer recurre para, me imagino, llamar la atención en las redes sociales: posicionar ideológicamente y de manera directa al Capitán América dentro de la izquierda estadounidense. Esta decisión me resulta profundamente desacertada por parte de un guionista conocido por ser un político cuya carrera nunca terminó de florecer. Es que a todas las luces estamos ante una historia verdaderamente panfletista, una que no esconde en ningún momento la intención de criticar al por aquel entonces candidato Donald Trump y a la política migratoria de los Estados Unidos

He leído en reseñas de otros usuarios que la gracia de esta etapa es el intrincado análisis político que se hace sobre el panorama estadounidense, pero yo no puedo estar más en desacuerdo con eso. Esto no es ningún análisis político, es literalmente un panfleto político (y en este caso de verdad) que responde a cierto sector ideológico de los Estados Unidos, muy en sintonía con lo que estaba de moda en aquel mismo año. No quiero entrar mucho al barro con el tema, pero es que me parece indignante que se utilice con fines meramente políticos a un símbolo que debería representar a la sociedad americana en su conjunto. 


La peste propagandística se impregna en la mayoría de los episodios de este primer tramo de la etapa de Nick Spencer, aunque eso no impide que haya varios momentos verdaderamente disfrutables como cómic perteneciente al género superheroico. Lo del Capi Lobo, por hablar de un ejemplo concreto, es algo que en principio me disgustó bastante, aunque luego entendí que se trataba de una referencia a una etapa pasada del personaje, por lo que queda como un detalle nostálgico y agradable. En sí, los secundarios también podrían considerarse como personajes destacables, pues, a mí parecer, personajes como Joaquín Torres (el Nuevo Halcón) o Misty Knight molan bastante, aunque no han tenido tiempo a lucirse de verdad.

Una de las tramas que se desarrollan con relación a los secundarios de la serie es la protagonizada por las disidencias entre el anciano Steve Rogers y el propio Sam Wilson. El primero ahora es un alto mando de SHIELD, mientras que el segundo sigue un camino muy diferente al que seguía el original Capitán América, tanto que se ve involucrado en todo tipo de polémicas mediáticas y escándalos mundiales. Steve no está de acuerdo con la forma en la que Sam lleva el manto, aunque no se va a interponer en su camino por ello. Lo que rompe un poco la cordialidad entre ambos son los sucesos relacionados con los fragmentos del Cubo Cósmico que Maria Hill utiliza para sus propios fines. Aunque ambos estén en desacuerdo con el proyecto de Hill, la manera de reaccionar ante él no podría ser más diferente, y eso es lo que provoca ciertos resquemores en la relación. 


En relación con esto último, esta serie funciona como el epicentro de un evento que involucró a la mayoría de colecciones vengadoras. Estoy hablando del "Avengers: Standoff", o 'Punto Muerto' en la traducción de Panini Cómics, que desarrollaba una historia cruzada entre todas las series involucradas. Nick Spencer fue el máximo dirigente de este evento, que nos narraba la historia de una prisión de máxima seguridad en la que los presos recibían un lavado de cerebro para vivir plácidamente en el pueblo de Pleasant Hill, dónde no causarían más problemas a la sociedad. Evidentemente que esto se sale de control y todo termina con puros golpes entre héroes y villanos, pero no debe ser ignorado la historia de fondo que se nos cuenta aquí, así como los detalles que sirven como avanzadilla para lo que está por venir. 

Que la mitad del volumen esté ocupada por episodios relacionados con el evento es algo que puede molestar, y no voy a negar que me habría gustado que el argumento estuviera más condensado; no obstante, y como he dicho, esta parte de la historia contiene obvias pistas para el futuro de la etapa. Eso se lo tengo que conceder a Nick Spencer, el saber preparar el terreno antes de salir con algo nuevo. Además, aquí es donde Steve Rogers recupera su juventud por voluntad de Kobik, el cubo cósmico imperante en Pleasant Hill, lo que quizás traiga consecuencias funestas para el Universo Marvel...


Otra de las concesiones que le debo hacer a Nick Spencer es el bien que hace rodeándose de artistas destacables para dibujar sus historias. Daniel Acuña está a la cabeza de todos ellos, siendo el que más fresco le sienta a una colección de superhéroes de este talante, pero también cuenta con la participación ocasional de grandes dibujantes como Jesús Saiz, Mark Bagley, Joe Bennett y Paul Renaud. Todos ellos están a un nivel bastante alto, en contraposición con lo que se cocía en otras series publicadas al mismo tiempo. Casi parece que los mejores decidieron tirar para el Capi, en lugar de dividirse  entre varias cabeceras. Yo no me quejo, oiga 

He tratado de escribir este post con el menor sesgo posible y creo que me ha salido de manera suficientemente acertada. No me agrada nada que se incluya propaganda política (repito, de la de verdad) en un tebeo de superhéroes publicado en pleno siglo XXI, y como ya he dejado claro anteriormente, no tiene nada que ver con el color de piel de este nuevo Capitán América. La queja viene por el comentario político que Spencer realiza en sus páginas; el escudo de la libertad no debería utilizarse para esto. De todas maneras, estoy interesado por lo que tiene que ofrecer esta etapa a nivel argumental, pese a toda la maquinaria propagandística que sin duda la colección posee. Seguiré leyendo.

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